HOSPITAL UNIVERSITARIO“COMANDANTE
FAUSTINO PÉREZ”
Bioética Médica. Apuntes sobre calidad de vida.
Medical biotechnique. Brief notes on life.
AUTORA:
Dra. Clara Laucirica Hernández.(1)
(1) Especialista de II Grado en Medicina Interna. Profesora Auxiliar de la FCMM
RESUMEN
Se hace un análisis del surgimiento de la ética y posteriormente de la ética médica, pasando la medicina de la era pre-técnica a la era técnica; cómo se va conformando una mejor organización de los que se dedicaban a la profesión, incluso con una conducta que se sugiere en el juramento Hipocrático, paradigma de la ética profesional. Desde ese entonces se explica el modelo de relación médico-paciente paternalista que llegó a nuestros días. El desarrollo extraordinario de la Medicina en los últimos 50 años hizo que se reflexionara la necesidad de profundizar en el actuar ético y así surge la Bioética como una nueva disciplina en la segunda mitad del siglo pasado. Evidentemente los dilemas que se presentan en la práctica médica hoy día son más numerosos y complejos pero además cada vez se necesitan médicos más virtuosos que se dediquen a humanizar la Medicina. Con estas premisas se analiza la aparición de la concepción de calidad de vida en la Medicina. Se enfatiza la importancia de una consideración adecuada de su significado y aplicación, diferenciándose el criterio utilitarista y el personalista.
DESCRIPTORES(DeCS):
BIOÉTICA/ historia.
CALIDAD DE VIDA
ÉTICA MÉDICA/historia
HISTORIA DE LA MEDICINA
INTRODUCCIÓN
La ética,
es decir, el conocimiento organizado de la moral, tiene una antigüedad
de veinticinco siglos. Para Aristóteles, fue Sócrates
su fundador, ya que éste fue el primero en señalar y definir
las virtudes éticas y en cuestionar la forma como debemos vivir.
La ética médica es ligeramente posterior a Sócrates,
él consideraba que la Medicina era un servicio de los Dioses
(Medicina Teologal). En realidad, Sócrates e Hipócrates
fueron contemporáneos y formaron parte de la “era técnica”
de la medicina. En la “era pretécnica” había
una combinación de empirismo y magia, con un trasfondo sobrenatural
y con médicos que eran sacerdotes. La “era técnica”,
iniciada con Alemeón de Crotona e Hipócrates de Cos, se
distingue porque el médico se propone curar al enfermo, sabiendo
por qué hace lo que hace, lo cuál le empuja a estudiar
la naturaleza.
Para los griegos: Physis (naturaleza) era lo pleno, maduro, bello, sano.
Pathos (enfermedad) algo contranatural, inmoral. El médico, que
tenía la virtud de hacer volver a su cauce la Phycis era un moralista
en cierta forma, porque la enfermedad colocaba al hombre en riña
con lo bueno y lo bello. Si hay Pathos, no hay Ethos que significaba
“orden natural”, “modo o forma de vida”. El
enfermo (in-firmus, sin firmeza física y moral), colocado en
posición de incapacitado debía ser tratado como un niño
pequeño y el médico, como ordenador, tenía papel
de padre. Esto explica el paternalismo que ha caracterizado a la medicina
occidental.
Con Hipócrates, la razón permite al médico preguntarse:
¿qué son las enfermedades?, ¿cómo tratarlas?.
Así la medicina pierde su carácter sagrado. De medicina
sacralizada a razonada y el médico se hace un técnico.
Hasta ese momento la profesión tenía carácter de
secta, los conocimientos médicos se heredaban, se trasmitían
en el grupo familiar. No existía organización ni reglamentación.
Esta falta de disposiciones reglamentarias del ejercicio médico
en Grecia, junto con la natural desconfianza de la sociedad, indujo
a la secta a dictar sus propias normas de conducta que se consignaron
en un documento que pasó a la posteridad con el nombre de “Juramento
Hipocrático”, paradigma de la ética profesional.
(1)
Como vemos, la ética general u ordinaria, iniciada por Sócrates,
al señalar la necesidad de vivir bajo el mandato de las virtudes,
da origen a la ética médica, iniciada con los preceptos
contenidos en el Juramento Hipocrático, que a la vez señalaba
el actuar médico frente al enfermo, imponiéndole una suprema
regla de moral: favorecerlo, o por lo menos, no perjudicarlo.
Ética Médica dependiente del “orden natural”
de los griegos, fue apuntalada por los teólogos. La medicina
se convierte en profesión, según el sentido etimológico
(professio), es decir, con implicaciones confesionales, teologales y
así el médico además de técnico virtuoso,
debe ser un virtuoso moral. Eso fue muy afianzado por otras figuras,
como Maimónedes (moisés Ben Maimón), médico,
teólogo y filósofo, nacido en Córdoba, España,
hacia 1135 de la era cristiana, que en su invocación contemplaba:
“Amar al arte y al hombre; indiferencia por el lucro y la gloria;
respeto por la salud y la vida; respeto por la autonomía del
paciente; afán por la sabiduría en beneficio del paciente;
prudencia y modestia”.Pese a los muchos cambios ocurridos en la
sociedad en los siglos posteriores, la ética médica se
mantuvo con sus mismas definiciones.(1,2)
Bien entrado ya el siglo XX, ocurrieron muchos cambios económicos,
políticos y sociales, pero en la medicina hay que decir que los
avances de los últimos 40 años han sido mayores en número
y profundidad que en los 300 años precedentes. De manera que
si se decía que al principio debía añadirse ciencia
a la ética porque si no ésta sería algo vano e
inconsistente, se ha señalado en la actualidad que si no se añade
ética a la ciencia, ésta se convertiría en algo
peligroso para la supervivencia de la humanidad. Vemos así que
en 1933 un biólogo llamado Aldo Leopold escribió en “The
Journal of Forestry” de los EEUU, un artículo titulado
“Ética de la Conservación”. Posteriormente,
vivida ya la explosión atómica de Hiroshima y Nagasaki,
dicho artículo, ampliado, se publicó con el título
de “La Ética de la Tierra”, en la revista Almanac.
Por ello se ha considerado a Leopold como precursor de la Bioética,
siendo el citado artículo fuente de inspiración para el
médico oncólogo, profesor de la universidad de Wisconsin,
Von Rensselaer Potter, que publicó en 1971 un libro titulado
“Bioethics, bridge to the future”. Potter, interesado también
en las relaciones del hombre con la tierra, los animales y las plantas,
había llegado al convencimiento de que si no se ponía
freno al comportamiento del hombre frente a la naturaleza, su supervivencia
en el planeta no sería muy larga. Era necesario una ética
basada en el conocimiento biológico y a ello le nombró
Bioética, que equivalía para él a ciencia de la
supervivencia.
Posteriormente la Bioética se ha ido consolidando como una nueva
disciplina en la cual existen diferentes corrientes. Consideramos que
la Bioética Personalista, con su fundamento antropológico,
que pone al hombre al centro, se aviene con nuestra perspectiva social.
Los principios que basamentan la acción bioética son los
siguientes: beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía,
involucrando para su atención al paciente, al médico y
al estado. De los principios brotan reglas como son la veracidad, intimidad,
confidencialidad, fidelidad que guardan un equilibrio con ellos. Ahora
bien, no hay que confundir con que la Bioética se trate de un
rígido tratado de principios y reglas, sino que esas son herramientas
para analizar profundamente y particularmente las circunstancias.(1,3,4)
Precisamente hoy en día, en el mundo entero la necesidad de contar
con médicos más humanos y compasivos es extraordinaria,
teniendo en cuenta el gran desarrollo de los poderes tecnológicos
de la medicina. Los mismos profesionales de la medicina se encuentran
perplejos ante una multitud de problemas nuevos y dilemas de difícil
solución. Evidentemente la antigua deontología profesional
y la simple buena conciencia del médico no bastan. Es necesario
estas nuevas herramientas conceptuales y metodológicas que la
Bioética ofrece, como instancia dirigida a la defensa de las
condiciones de vida y de supervivencia de la humanidad.
DISCUSIÓN
Con todas estas
premisas se va introduciendo el concepto de calidad de vida en la medicina.
Esta expresión había nacido en un ámbito socio-político,
a punto de partida de un discurso, que en 1964, el entonces presidente
de EEUU, Lindón Jonson pronunció, diciendo que “los
objetivos que perseguía no podían ser evaluados en términos
bancarios, sino en términos de calidad de la vida”. Dicha
expresión invade escritos, discursos, estudios y programas en
esa esfera, pero luego la locución “calidad de vida”,
toma otras connotaciones, ante todo, de carácter personalista
y de valor, resaltando entre la necesidad del tener, del amar y del
ser a favor de relaciones interpersonales más intensas y en orden
a la exigencia de un papel social para cada persona, tomando así
la concepción “calidad de vida”, una perspectiva
socio-cultural, también acompañada de pensamiento ecologista.
Ya habíamos señalado los grandes avances de la medicina
en los últimos decenios; se han logrado victorias en enfermedades
infecciosas y en la prolongación de la vida, actuando sobre diferentes
bases en una primera revolución terapéutica y luego se
puso en marcha una segunda revolución biológica en el
ámbito de la genética: luchando con enfermedades hereditarias
y el cáncer. No satisfecha de estos éxitos que se pueden
calcular en términos cuantitativos, la medicina se pone el problema
de la calidad de vida, relacionándolo mucho con las decisiones
terapéuticas referidas a enfermos terminales, vida prenatal y
neonatal, asistencia y promoción del anciano, cuidados paliativos,
higiene y sanidad públicas, etc. En cada sector especializado
se examina el parámetro de calidad de vida, relacionado al de
la calidad de las terapias. Se han establecido escalas pretendiendo
medir la calidad de la vida, haciendo referencia a cuatro componentes:
- Estado físico y capacidad funcional.
- Estado psicológico y sentido de bienestar.
- Interacciones sociales y factores económicos.
- Factores éticos y de valores.
Pero justamente
en este sector, donde todo parece rico en futuras felicidades, surgen
gravísimas dudas y aberrantes ambigüedades. No es para borrar
del vocabulario ético y la norma deontológico el concepto
de calidad de vida, sino para que se conserve una acepción antropológicamente
válida y positiva. El concepto de calidad de vida tendrá
un significado bioético cuando se use en un juicio que indique
que las actitudes tomadas para tratar un enfermo son buenas o malas
y establece que uno debe sostener y proteger la vida en base a la percepción
de las cualidades humanas. (3,5,6)
Muchas veces hay dificultades en definir cuáles son los elementos
objetivos y los factores subjetivos en la calidad de la vida y de ahí
surge otra dificultad entre a quién compete establecer los parámetros
de calidad de vida, su jerarquía e importancia. Hasta que se
trate de parámetros objetivos y físicos, ciertamente es
el médico que puede valorar, pero cuando son factores psicológicos
(expectativas de esperanza con respecto a cuidados, espera en relación
a los servicios, percepción de si y de bienestar), es el sujeto
que puede valorar.
Para ilustrar la gran amplitud de las exigencias que se pueden encerrar
en la aspiración de una vida con calidad, basta comparar los
niveles óptimos que pretendería un individuo sano y de
posición acomodada, con el nivel mínimo de bienestar que
consideraría suficiente un enfermo de escasos recursos. Un paciente
en estadio terminal aumenta progresivamente la modestia de sus aspiraciones
a la calidad de vida. A medida que la enfermedad avanza la exigencia
inicial de una vida activa deja paso a una existencia sin dolor y sin
graves limitaciones, y sucesivamente, a la aceptación de un número
cada vez mayor de renuncias, hasta el punto de considerar el simple
hecho de vivir como el único o casi único tesoro por el
cual se ofrecen o se abandonan todas las otras cosas.
Hay que recordar que el concepto de calidad de vida no es absolutamente
nuevo en medicina. Ha estado siempre presente, aún sin que se
le llamara así, porque es parte integral de la profesión.
El médico siempre ha emitido juicios sobre calidad de vida cuando
ha tomado decisiones y ha valorado los resultados de sus intervenciones.
La actividad del médico siempre ha estado guiada, por lo menos
en la intención, por el deseo de mejorar a sus enfermos al elegir
entre tratamientos alternativos. Antes, los juicios sobre calidad de
vida eran inconscientes y consistían en un deseo informe y no
racionalizado. Actualmente no existen sólo alternativas entre
las cuales elegir sino que se proponen exigencias que obligan a hacer
consciente, visible y racional el proceso de decisión.(4,7)
El potencial beneficio de la calidad de la vida constituye una fuerza
operativa importante para el desarrollo de la medicina como ciencia
racional, un enriquecimiento en su dimensión científico-natural
como en su dimensión humanitaria. Ahora bien, es necesario conocer
que la calidad de vida puede ser entendida por dos corrientes de pensamiento:
la consecuencialita y la personalista.
· CONCEPCIÓN CONSECUENCIALISTA DE CALIDAD DE VIDA.
Tiene su base en
los principios utilitaristas, promovidos por Jeremy Benthan (1784-1832),
que afirman que se debe promover el placer, el bien o la felicidad y
evitar el dolor, al mal, la desdicha. Plantea “procurar la mayor
felicidad para el mayor número de hombres, es decir, maximizar
la felicidad”. Se puede calificar de ética hedonista. El
hedonismo propuesto por los utilitaristas equipara las experiencias
gozosas o agradables con lo intrínsecamente bueno y el dolor
o los sufrimientos con lo intrínsecamente malo. El consecuencialismo
es la transferencia a la ética de un modelo técnico de
valoración. Señala que el fin de la felicidad del hombre
justifica los medios adecuados para conseguirlo. Pero este esquema de
“fin y medios” es totalmente inadecuado, pues las acciones
éticas no son medios para la maximización de bienes extraños
a la ética.(8)
El utilitarismo es la razón de fondo de propuestas tales como
la eutanasia, que en general invoca la calidad de vida en términos
de actividades gozosas que un individuo podría realizar en comparación
con el dolor y el sufrimiento que tendría si continuara viviendo.
También valorando los costos relativos y los beneficios para
otras personas (familia), concluyen que los elementos satisfactorios
de la continuación de la vida son superados por los sufrimientos
y cargas, de manera que la muerte sería por cariño, lo
cual es moralmente permisible y aún obligatorio.
Se establecería una norma de calidad de vida así: Preserve
la vida del paciente si espera que será una vida con significado”.
No habría así dificultad ética en terminar con
esa vida, lo cual en definitiva se decidirá por el cálculo
utilitario de las necesidades de todos aquellos afectados por tal situación.
Para los consecuencialistas es una simple aplicación práctica
del programa de vida utilitario, en el cual el avance y optimismo tecnológicos
son grandes aliados, pues permiten la creatividad científica
y la capacidad técnica de analizar, reparar, recombinar y manipular.
De esta forma se concede a la vida humana un valor relativo. Sostienen
que en el pasado el médico había buscado conservar, proteger,
prolongar y enriquecer todas y cada una de las vidas humanas que estaban
en sus manos y que esa postura vitalista es indiscriminada, debiendo
dar paso a una nueva postura que base sus juicios en los criterios relativos
a la calidad de vida. Lo fundamental no sería el mejoramiento
y reparación de lo defectuoso, sino más bien el control
que significa elegir, seleccionar. Así la aceptación de
los defectos o la sujeción a la espontaneidad, en cuanto se oponen
a un control selectivo deben considerarse posturas infrahumanas. Entonces
el papel auxiliar y valorativo de la calidad de vida se ha transformado
en una norma que señala los requisitos específicos mínimos
de calidad que son necesarios para formar parte de la familia humana
y por tanto como un elemento defectuoso, es retirado de la cadena de
producción: el hombre deficiente es eliminado mediante la eutanasia
o la no terapia.
Ejemplo 1: A un paciente afectado por una enfermedad incurable se le
propone la siguiente disyuntiva: una difícil intervención
quirúrgica que podría prolongarle la vida por seis meses
más pero en muy malas condiciones, o bien no hacerla, lo que
traerá como consecuencia una supervivencia mucho más breve.
El paciente podrá considerar que el beneficio no compensa la
carga y rechazará el medio terapéutico propuesto.
Ejemplo 2: Una madre divorciada con situación económica
difícil tiene un niño con ausencia de abertura anal y
lesión de columna vertebral. Con cirugía correctora el
niño sobrevivirá y llegará a ser un adulto con
capacidad intelectual y de relación normales, aunque invalidez
física. En cambio, si no se abre el ano y sólo se alimenta
con solución glucosada, morirá. Esta última decisión
aliviará a la madre de la carga de cuidar un niño inválido.
Un consecuencialista argumentaría que en uno y otro caso la decisión
fue tomada en base a la calidad de vida. Pero ciertamente, en el primer
caso se trata de un medio extraordinario de sostenimiento de la vida,
no sólo porque origine un pequeño beneficio -supervivencia
penosa y breve-, sino también porque la carga -riesgo de una
cirugía importante- es grande. El paciente no quiere directamente
la muerte, sino que no se considera obligado a poner un medio extraordinario
para conservar la vida. En cambio, en el segundo ejemplo nada autoriza
a decir que la calidad de vida que ese niño llevará en
el futuro justifica el no preservar su vida mediante un tratamiento
sencillo.(7,9,10)
· CONCEPCIÓN PERSONALISTA DE CALIDAD DE VIDA.
Es la que se ha
empleado en la profesión médica desde Hipócrates.
Tiene como fundamento el respeto a la vida y a la dignidad de la persona,
y por ende, a sus derechos. La persona se comprende como un ser esencialmente
superior a todo lo demás que aparece en nuestro universo. Posee
interioridad, capacidad de reflexión y por ello de autodeterminación,
de dominio de si. Su “yo” es singular, insustituible e intransferible.
Nadie puede decir yo en su lugar y nunca puede ser tratada como medio
sino como fin.(10)
Los seres humanos tienen una idéntica y permanente dignidad,
que se deriva del hecho natural de que son personas verdaderamente.
Si no se admitiese la dignidad del hombre y el valor de cada vida desde
su comienzo hasta la muerte natural, no habría una línea
racional a través de la cual se pueda defender al enfermo en
situación terminal.
Monge enumera cinco valores que fundamentan la ética de la atención
al enfermo:
- La dignidad de la persona y de su vida.
- El bien personal de la salud.
- El principio terapéutico de beneficencia.
- La libertad/responsabilidad del enfermo y del médico o principio de autonomía.
- La solidaridad social o principio de justicia.
La concepción
personalista de la calidad de vida implica considerar a la persona humana
en su dimensión corporal y espiritual y no prescindir de los
deberes y derechos que le pertenecen. El equipo médico debe esforzarse
para otorgar los cuidados y terapias que dentro de sus posibilidades
consigan un mayor beneficio, teniendo en cuenta la propia valoración
del interesado. Así también el estado, la sociedad, deben
facilitar medios para lograr una calidad de vida satisfactoria (principios
de sociabilidad y subsidiariedad). Además la persona tiene el
deber de buscar una adecuada calidad de vida porque es un valor que
ayuda a la consecución de otros importantes objetivos: trabajo,
promoción de la familia y la sociedad, etc. (7,9-11)
El conflicto surge al querer cualquiera de las partes mencionadas determinar
qué calidad de vida se debe alcanzar. Para que haya conducta
adecuada hay que tener presente que el valor fundamental es la vida.
En definitiva, la estimación de un nivel óptimo de calidad
de vida depende tanto de las circunstancias personales como sociales
y también del tipo y calidad de la atención que se puede
otorgar. Escuchamos muchas veces la expresión siguiente: “tal
paciente tiene una mala calidad de vida”, se está haciendo
una comparación con otros y ello no es adecuado. El problema
es luchar y otorgarle la calidad de vida que le corresponde según
su estado, sea un enfermo terminal, un encefalópata, un moribundo
o un paciente con catarro. El objetivo no es limitar, comparando unas
vidas con otras, sino proteger y mejorar la vida individual en todo
lo posible.
Todo esto apunta perfectamente que por esta vía de profundo respeto
a la vida, lo cual es primario y radical, es que la búsqueda
de calidad de vida se considera éticamente válida y positiva,
siendo un criterio auxiliar y complementario, bajo la óptica
de humanización de la medicina que nos ha caracterizado. Recordando
siempre el principio terapéutico de “primero curar y si
no es posible, al menos aliviar y siempre consolar”. Desgraciadamente,
ante situaciones en las que parece que la medicina ha fracasado, puede
darse cierto abandono del paciente y en ocasiones los tratamientos y
cuidados pueden ser insuficientes. Esto explica la insistencia en los
momentos actuales de desarrollar la medicina paliativa, que con profundo
sentido solidario, ofrece la posibilidad de un actuar más sistemático,
científico y humano en la etapa final, de manera que podamos
hablar de lo que es verdaderamente “muerte digna”.(12,13,14)
La calidad de vida debe entenderse también en sentido ecológico
y no sólo sanitario-hospitalario. Es obvio que no se puede hablar
de protección a la vida humana sin abordar el problema de las
condiciones ambientales de vida, tanto en cuanto a la preservación
y supervivencia de la humanidad como en cuanto a la promoción
de la salud y de la calidad de vida.
Cuando analizamos todas estas cosas y nos disponemos a iluminar, resaltar
y afianzar muchas concepciones y criterios presentes en nuestro diario
desempeño, nos unimos plenamente a las palabras del poeta Novalis:
“Si los hombres quieren avanzar un paso en el dominio de la naturaleza
externa con el arte de la organización y la técnica, antes
deben haber dado tres pasos hacia el interior de la profundización
ética”.(15)
CONCLUSIONES.
Nuestros antecedentes
en cuanto a la importancia del actuar ético, se remontan a los
albores de la medicina hace veintiséis siglos, pero se ha hecho
presente en los últimos decenios una disciplina que permite un
análisis más sistemático y organizado de nuestra
labor en la relación médico-paciente, en la toma de decisiones,
en abordar los dilemas que se nos presentan en la práctica clínica,
la Bioética.
A la luz de los principios que se establecen en la Bioética,
muy relacionados con nuestra tradición hipocrática, pero
enriquecidas por las necesidades actuales en pro del paciente, se analiza
el criterio de Calidad de Vida, que abarca no sólo el ámbito
sanitario-hospitalario, sino que tiene un sentido ecológico.
Es importante resaltar el verdadero significado de este criterio, su
valor extraordinario cuando seamos capaces de asumirlo desde una óptica
de profundo respeto a la vida humana.
Nuestro elevado concepto de la Humanización en la Medicina nos
hace sentir la necesidad de profundizar en que nuestro diario desempeño
esté caracterizado por la apreciación de que ese ser humano
a quién va dedicada nuestra labor merece, no sólo que
seamos excelentes científicos, sino médicos virtuosos.
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SUMMARY.
A review is a carried out about the initiation of ethics and later on about medical ethics,following the medicine from the pre-technique period; how does a better organization is being conformed from thoce dedicated to the profession inclusive with a behavior suggested in the Hippocratic outh,professional ethics paradigm. Since that time, the paternalist model of physician-patient relation is explained and arrived till the present days. The extraordinary development of medicine in the last 50 years made it to meditate about the need to deepen into the ethics performance and this is how Bioethics emerges as a new discipline during the second half of the past century. Evidently, the dilemma that shows up, currently,in medical practice is greater and more difficult and in addition,more virtuous physicians who should dedicate themselves to humanize the medical career are indeed needed. With these premises the presence of life quality conception in medicine is reviewed.It is emphatized the importance of an adequate consideration of its significance and application,differentiating the utilitarian criterian and the personalistis.