Revista Médica Electrónica. VOL: 25. No:4 jul-ago 2003.

EDITORIAL:

“Tiempos de Doctorado”.

Uno de los elementos más importantes de impulso al desarrollo científico y tecnológico consiste en garantizar la superación continua de los recursos humanos que han de llevarlo a cabo, especialmente de aquellas personas dedicadas al ejercicio de la investigación, la creación científico-técnica y la innovación, por lo que la superación continua y la calificación permanente de las personas son tareas de primer orden en la sociedad contemporánea.

Los conocimientos brindados por los diferentes niveles de educación no son suficientes para procesar todo el saber acumulado por la humanidad y el que se produce constantemente a velocidades y en volúmenes crecientes. De ahí la necesidad cada vez más apremiante de los estudios formales post-profesionales o de postgrado.

Nuestro país ha realizado un serio esfuerzo en los campos de la cultura, la educación y la ciencia. Como consecuencia existe una masa notable de graduados universitarios que necesitan una superación permanente, sin embargo, la consolidación de un sistema nacional de postgrado es un hecho relativamente reciente que ha cobrado un especial impulso en los últimos 15 años. En ese lapso de tiempo el postgrado cubano se ha expandido aceleradamente, ha enriquecido sus proyecciones y tiende a convertirse en una variable fundamental en las estrategias científico-tecnológica, económica, cultural y social.

Formando parte de esa gran masa de profesionales milita un ejército de graduados en las diversas esferas de las ciencias médicas, que requieren de un elaborado sistema de postgrado, tanto por sus características propias de especialización, como por la necesidad de una continua superación y actualización, especialmente en el adiestramiento sobre novedosas técnicas de diagnóstico y tratamiento. Además, se requiere con urgencia de formar un fondo de profesionales altamente calificados en la actividad investigativa que eleve el nivel científico del sistema de salud. A pesar de esta demanda, hasta hace muy poco tiempo la actividad de postgrado en el sector estaba limitada, a cursos cortos y a un grupo de entrenamientos, generalmente ofertados en centros nacionales que incorporan una nueva técnica diagnóstica o una modalidad terapéutica de avanzada. Los diplomados han ido apareciendo de una forma lenta en algunos sectores pero todavía son muy insuficientes en número.

Con respecto al postgrado de tipo académico, se cuenta con una variante clásica que tradicionalmente ha gozado de una adecuada estructuración científico-metodológica y de un bien ganado prestigio, la especialización. Esta ha sufrido un proceso de perfeccionamiento, con revisión de los programas de las diversas especialidades y la creación de otras nuevas, con el propósito de satisfacer las demandas que plantea la política de salud que sigue nuestro gobierno. Un ejemplo es la instauración de la especialidad en Medicina General Integral.

Los especialistas tienen todavía un escalón superior de perfeccionamiento, la especialización de segundo grado, cumpliendo una serie de requisitos curriculares y examinándose ante un tribunal nacional. A pesar de esta rigurosidad, esta categoría no parece encajar en el sistema de postgrado vigente ni se homologa con otras categorías de éste u otro sistema internacional, por lo que sólo tiene validez en el estrecho marco del sistema nacional de salud. Los otros componentes del postgrado académico son las maestrías y el doctorado. Las primeras son una forma de reciente instrumentación, siendo muy escasas las que se ofertan. Los doctorados tuvieron cierto auge a finales de los años 70 y durante gran parte de la década siguiente, sobre todo los desarrollados en los países socialistas. Luego sufrieron una marcada desatención por lo que una generación de graduados no tuvieron esa oportunidad.

Acabo de participar en un taller donde se ha planteado la necesidad de crear una masa crítica de doctores en ciencias médicas que garantice el elevado nivel que se requiere, sobre todo en la esfera investigativa y que a su vez sirva de base al proceso creciente de formación de nuevos doctores. Se han explicado con claridad las características del proceso, de su rigor y de la tendencia a la flexibilización del mismo en aras de favorecer su fluidez y hacerlo más asequible. Creo que es el momento de sumarse a este llamado, no sólo por la importancia que reviste para nuestro sistema sino por el indudable mejoramiento personal y profesional que presupone el logro de esta elevada meta. Recordemos que el doctorado no es la culminación de una carrera académica sino un proceso de formación orientado al desarrollo de capacidades, sobre todo para la investigación.


Dr. David García Marqués.
Anatomopatólogo.

Hospital Provincial Clínico-Quirúrgico “ José Ramón López Tabrane ”

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