ARTÍCULO HISTÓRICO
Mario Muñoz Monroy, vanguardista de su tiempo
Mario Muñoz Monroy, an avant-gardist of his time
Lic. Mileyvis Álvarez Aragón, Est. Enrique Marcos Sierra Benítez, Est. Mairiannys Quianella León Pérez, Est. José Antonio Márquez Oquendo, Est. Lisbet Robles Lorenzo, Lic. Dialys Ángela Rodríguez González
Filial Universitaria de Ciencias Médicas Dr. Eusebio Hernández Pérez. Colón, Matanzas.
RESUMEN
El presente trabajo tiene el objetivo de fundamentar porqué se puede considerar a Mario Muñoz Monroy un vanguardista de su tiempo. Para ello se realizó una intensa investigación que permitió recoger testimonios inéditos que muestran la preocupación de Mario ante el sufrir ajeno y su capacidad de tratar a todos por igual, cualidades que sin dudas se deben tener en cuenta en cada momento de la formación integral del médico en Cuba. Además se evidencia cómo Mario Muñoz Monroy fue un joven integral apasionado por el deporte, la radio y la aviación. Se concluye con la afirmación de que el hombre nuevo que se quiere formar en las universidades de las ciencias médicas, estará incompleto sin el conocimiento de la vida de este valeroso hombre que es sin dudas un ejemplo para todos los cubanos.
Palabras claves. Mario Muñoz Monroy, médico, vanguardista.
ABSTRACT
The current work is aimed to explain why it can be considered that Mario Muñoz Monroy is an avant-gardist of his time. For that reason, an intensive research was developed allowing collecting unknown testimonies that show Mario’s preoccupation for the suffering of other people and his capacity of treating everybody in the same way, qualities that should be considered at every moment of the physician’s integral training in Cuba. It also evidences how Mario Muñoz Monroy was an integral young man that loved sport, radio communication and aviation. As a conclusion it is stated that the new man we want to prepare in Medical Sciences universities will be incomplete without knowing this courageous man’s life that is an example for all the Cuban people.
Keywords: Mario Muñoz Monroy, physician, avant-gardist.
INTRODUCCIÓN
De luces y sombras están hechos los hombres, se ha repetido muchas veces, y exaltar las primeras obviando las segundas puede propiciar que nuestros mártires parezcan inalcanzables cuando el afán es seguirlos.
Ciertamente, el solo hecho de sacrificarse por una causa noble los hace superiores, pero no sobrenaturales, y el secreto de rozar su estatura deriva de verlos como lo que son: seres humanos. Mario Muñoz Monroy, uno de los mártires más relevantes del siglo XX matancero y, especialmente el más notorio de su natal Colón, es sin dudas un ejemplo para las nuevas generaciones, sobre todo para los futuros galenos que hoy se forman en las aulas. Su participación en el movimiento revolucionario de la Generación del Centenario, liderado por Fidel Castro en las acciones del 26 de julio de 1953, donde fue asesinado, hicieron que su figura se convirtiera en símbolo de civismo y lucha para todos los cubanos que participaron en el derrocamiento de la dictadura pro-imperialista de Fulgencio Batista y los que posteriormente emprendieron la defensa de la revolución y la construcción del socialismo.(1)
La concepción cubana de formar un profesional integral, en correspondencia con nuestra sociedad y las necesidades de otros pueblos del mundo, reclama una mayor entrega por parte del estudiantado. Es necesario formar jóvenes integrales capaces de demostrar en cualquier escenario el valor de la medicina cubana, y para ello se creó el Movimiento Vanguardista Mario Muñoz Monroy, que agrupa a los estudiantes más integrales de la Ciencias Médicas de Cuba.
Pertenecer a este movimiento debe ser sin dudas un orgullo para todos los estudiantes que cursan la carrera de Medicina. Resulta imposible formar realmente jóvenes excepcionales sin tomar como guía la figura de Mario, y es por ello que para todo estudiante de este movimiento se hace tan importante conocer su vida. De ahí que el objetivo de este trabajo sea fundamentar porqué se puede considerar a Mario Muñoz Monroy un vanguardista de su tiempo.
DESARROLLO
Es un deber de las generaciones actuales profundizar en la vida de grandes e inmolados hombres como el Médico del Moncada, que en cuanto a humanismo fue sin dudas un vanguardista de su tiempo. De ello bien supo Luis Sánchez Roque, campesino del antiguo municipio Manguito, quien conoció al doctor Muñoz en el año 1949, y años más tardes relató la asistencia desinteresada de Mario ante la enfermedad de una de sus hijas; así lo describió:
“En el año 1949, una de mis pequeñas hijas, de tres años de edad, mantenía una fiebre bastante alta durante dos o tres días, y ante la gravedad del caso decidí traerla para Colón. No pude resolver el caso en el antiguo hospital y un conocido mío me preguntó por qué no la llevaba a la consulta del doctor Muñoz. Tan pronto llegué al lugar, en horas de la tarde y amenazando una tempestad, la niña fue atendida inmediatamente con especial esmero por aquel médico a quien no conocía. Al percatarse el doctor Muñoz que yo no tenía recurso alguno, ni siquiera para comprar la medicina indicada, y ante los síntomas de gravedad que presentaba el caso, inmediatamente tomó una jeringuilla, sacó de una vitrina una cajita de inyecciones (muestra), le aplicó una a la niña, le sacó placa en el aparato de rayos X, la auscultó varias veces, le tomó el pulso y la fiebre y después de atenderla durante un largo rato me preguntó: “¿Usted dónde vive?” Y cuando le contesté que en un lugar distante más de cinco kilómetros del pueblo de Manguito, seguidamente me contestó: “Usted no se puede llevar esta niña en el estado en que se encuentra”. “Pero doctor, yo no tengo otro lugar donde llevarla”, le dije. Mario respondió inmediatamente: “Ya le expliqué que usted no se la puede llevar y esta niña se quedará aquí en mi casa”. “Pero doctor, ¿cómo le voy a dar esa molestia?” “Mire, amigo, molesto me sentiría yo, si por la imprudencia de exponer esta niña a la inclemencia del tiempo le ocurriera algo fatal”. Esa noche mi niña enferma durmió en una camita que se le preparó en la casa particular de Mario Muñoz. Días después, la niña estaba curada, y el médico no cobró nada.(1)
Es precisamente ésto lo que espera la Revolución Cubana de cada joven que se gradúa como futuro galeno, en quienes el humanismo, la solidaridad, el desinterés y la humildad deben primar ante todo. Es difícil concebir que un estudiante sea realmente vanguardista sin tener como meta la figura de Mario, y resulta necesario en estos tiempos conocer a profundidad testimonios como éste, que de seguro serán de gran utilidad ante disímiles situaciones de la vida de cualquier profesional de la salud.
No se puede decir que Mario era un deportista en toda la extensión de la palabra, pero sí un aficionado en varias ramas del deporte. Es posible que el baloncesto fuera donde más se distinguiera y el que practicara con más regularidad durante su juventud, llegando a figurar como jugador regular en un equipo compuesto por un grupo de jóvenes estudiantes de este pueblo. Nos estamos refiriendo a un modesto equipo que celebró algunos partidos con otros similares de esta localidad o de algún pueblo vecino. Desde muy niño Mario mostró tener aptitudes para este deporte, pero es justo reconocer que en aquella época, aunque el baloncesto era conocido en Cuba y ya existían algunos equipos nacionales de cierta categoría, la juventud que pretendiera practicarlo y desarrollarlo, tenía necesariamente que hacer grandes esfuerzos para conseguir el terreno, construir las canchas y el piso (tabloncillo), y comprar los balones, zapatos, shorts, etcétera.(2)
No existían instructores profesionales ni mucho menos instituciones que patrocinaran las iniciativas de los jóvenes en este sentido, lo que demuestra el mérito extraordinario de los que lograban los objetivos deportivos propuestos y el amor que sentían por algo tan necesario para el cuerpo y la mente como es el deporte. Dentro del reducido grupo de jóvenes de nuestro pueblo que pretendían desarrollarse en este deporte así como en algún otro, no existía ninguno más dispuesto y con más entusiasmo que Mario.
Otro deporte que le fascinaba era la pesca, pero dada las características geográficas de Colón, tropezaba con el inconveniente del difícil desplazamiento hacia las distintas costas o playas.
Como todo joven cubano, le gustaba y jugaba a la pelota. En relación con este deporte, queremos relatar un hecho que no solamente lo señala a él como un aficionado más, sino también que demuestra su preocupación e interés por resolver situaciones que afectaban socialmente a esta población. En Colón existía un orfanato de niños pobres que era atendido por un grupo de hermanas de la Caridad. Este asilo se encontraba en la década del 40 en una precaria situación, pues los recursos económicos con que contaba eran muy escasos. Al tener conocimiento de esto, a Mario se le ocurrió una idea para obtener fondos que de alguna manera contribuyeran a aliviar la difícil situación: la creación de dos equipos de pelota que compitieran entre sí en el estadio de la localidad. Como era de esperar, estos equipos tenían que estar integrados, no por profesionales en ese deporte, sino por personas de este pueblo que por sus posiciones sociales y arraigo en la población, fueran capaces de arrastrar público suficiente que concurriera al juego más por curiosidad que por espíritu deportivo. Con este propósito se dio a la tarea de hablarles a los presuntos jugadores que compondrían los respectivos equipos: médicos, abogados, ingenieros, estomatólogos y jueces. Ninguna de estas personas se negó y todos adquirieron una cantidad determinada de papeletas de entrada para venderlas a la población y así asegurar el éxito económico de la empresa.(1)
Mario era director de uno de los equipos y al poco rato de haber comenzado el desafío ocurrió un hecho singular. Lanzaba por el equipo contrario al de Mario el doctor Sergio Sardiñas, y éste y el que jugaba la tercera almohadilla corrieron desesperadamente en pos de la bola, pero en esa carrera ambos chocaron con tal violencia que al doctor Sardiñas se le incendió una caja de fósforos que llevaba en el bolsillo del pantalón, comenzando a echar humo por todas partes del uniforme que llevaba puesto, sin que se apreciara llama alguna. Este inesperado espectáculo provocó entre los asistentes del juego una risa tal que fue necesario suspender el partido unos minutos, tiempo que se aprovechó para atender al accidentado de algunas quemaduras insignificantes. El juego continuó posteriormente y fue ganado por el equipo dirigido por Mario. Como resultado de la venta de entradas se recaudaron $240.00, cantidad que fue entregada totalmente a la institución y que ayudó grandemente a aliviar en aquellos momentos la difícil situación económica por la que atravesaba.(1)
Esto nos muestra cómo el deporte debe formar parte del arsenal de cada médico y cómo siempre se debe tener una apreciación integral que permita expandir las posibilidades de ayudar a otras personas que quizás no solo busquen mejorar su condición física, sino un apoyo para poder insertarse mejor en su comunidad. Ejemplo actual de ello es el programa de ejercicios para el adulto mayor, en el cual el médico debe tomar un papel activo que le permita participar y divertirse, pero sobre todo, ayudar, por lo que la medicina y el deporte deben ir de la mano.
Otra fase de la vida de este glorioso miembro de la Generación del Centenario fue su afición por la radio. Esta afición tiene raíces en la indiscutible influencia paterna, pues su padre, Marceliano Muñoz, tuvo la iniciativa de ser uno de los primeros en Colón en poseer un aparato de onda corta y esto, seguramente, despertó en el hijo ese gran interés por la radio afición.
Como ejemplo que ilustra elocuentemente la vocación de Mario por esta otra actividad, baste decir que siendo muy joven aún, antes de la década del 30, una casa comercial de esta localidad instaló una estación de radio de onda larga llamada La Voz de la Casa Grande, y a los pocos meses de haber sido inaugurada dicha estación, Mario figuraba como uno de sus locutores de manera voluntaria.
Una vez graduado de médico y establecido como tal en esta población continuó su interés por la electrónica, con la aspiración de convertirse en un radioaficionado graduado, para lo que contó con su gran amigo y maestro en estos menesteres, el compañero Pablo de la Paz, quien también le construyó la primera planta de radio que tuvo Mario. Esta planta salía al aire con el indicativo CO5MM y comenzó sus transmisiones en el año 1949, amparado por el Certificado de Capacidad Clase B, obteniendo el de Clase A en noviembre del año 1950.(1,3)
Es posible que su primer contacto con Fidel se iniciara en esta etapa, pues es un hecho de todos conocidos que la primera planta de radio utilizada por el Movimiento fue solicitada por Fidel al doctor Mario Muñoz.(1,4)
Esta planta no solamente trabajaba en los 40 y 80 metros, sino también en 20 y hasta 10 metros, lo que le permitía comunicarse con distintas partes del mundo por distantes que estas fueran. A propósito de esto, podemos relatar una anécdota simpática y a la vez humana:
-Existía en esta localidad un comerciante asturiano que desde hacía 30 años había llegado de España y no había vuelto a la misma. Todos esos años habían transcurrido sin ver ni hablar con la madre; un buen día el doctor Muñoz hace contacto con un radioaficionado de un lugar de Asturias y al comunicarse los distintos lugares de procedencia, el asturiano, al saber que se transmitía desde Colón, preguntó a Mario si conocía en este pueblo al comerciante de referencia. La respuesta fue afirmativa y ambos se pusieron de acuerdo para tener un contacto posterior que permitiera conversar a madre e hijo.
Mario no le dijo al comerciante de qué se trataba, pero lo citó a una hora determinada para que fuera a su casa. Hecho el contacto radial, cuál no sería la sorpresa de aquel inmigrante al poder hablar con su anciana madre a la que no veía desde hacía 30 años; emoción profunda manifestada con lágrimas en los ojos.(1)
Este hecho demuestra el altruismo y la amabilidad de Mario; pues fue capaz de llevar al comerciante a su casa y darle la sorpresa de que hablara con su madre, con la cual no se comunicaba desde hacía tanto tiempo. Estas son las cualidades de Mario que nunca quedarán en el olvido, ya que gracias a sus virtudes le solucionó abundantes necesidades a gran cantidad de personas. Precisamente eso es lo que se busca en la actualidad, médicos capaces de contribuir en la solución de las necesidades del pueblo. A partir de ello se han creado en las distintas Universidades radio bases que permiten al estudiantado plantear sus inquietudes y compartir sus experiencias universitarias con otros estudiantes.
Otra de las grandes aficiones de Mario era la aviación. Ésta también tiene sus raíces en la influencia que recibiera de su padre, quien en la segunda década de este siglo, junto con un vecino de este pueblo, llamado Victorino Blanco, construyó un aeroplano rudimentario, que de manera mecánica trataron de hacer volar.
Este experimento fracasó porque debido a la falta de la técnica necesaria el aparato se destrozó; pero de todas maneras, el hecho en sí evidencia el carácter progresista de este padre.(1,3)
Es natural que la afición del padre se reflejara en el hijo y como consecuencia de esta mutua vocación, el día 4 de enero de 1946 el doctor Muñoz adquiriera la licencia de aviador número 24, clase privada 1-C. Posteriormente, conjuntamente con su padre, compraría una avioneta modelo AIR-COUPE en la que hicieron cortas travesías.
En una oportunidad padre e hijo sufrieron un pequeño accidente en el que se lesionaron, por lo que Mario tuvo necesidad de una intervención ortopédica y de llevar puesto durante algún tiempo un corsé de yeso. Sin embargo, era tanta la decisión y el deseo de continuar sus prácticas como aviador, que aún con este molesto aparato continuó volando después de reparada la avioneta.(1)
Un vecino de este pueblo, amigo de Mario y también aviador, llamado Bartolomé Soler Carvajal, nos ofrece el siguiente testimonio:
-Una noche, a principios del año 1945 sentado junto al doctor Mario Muñoz en el portal de la Sociedad Liceo de Colón, Mario me preguntó: “¿Soler, a ti te gusta la aviación?” Como la respuesta fue afirmativa, Mario continuó: “Tú sabes que tengo ideado formar en este pueblo un club de aviación compuesto por 15 miembros y si tú quieres pertenecer, desde ahora mismo ya lo eres; yo me encargaré de buscar los otros que faltan”. Y así lo hizo.
Una vez constituido el Aéreo Club de Colón, que fue el nombre que tomó dicha asociación, inmediatamente se adquirió un avión marca Aeronca por inscripciones de cada uno de los 15 miembros.
Ya por esta época se había adquirido el terreno para el aeropuerto o pista de aterrizaje, por gestiones realizadas directamente por el doctor Muñoz.
Era necesario contratar los servicios de un instructor de aviación y para ello el propio Mario se trasladó a la ciudad de La Habana y contrató los servicios del instructor César Leonard. Este profesor de aviación rápidamente se instaló en Colón y comenzaron las clases prácticas y teóricas. Estas clases duraron varios meses, hasta que en el mes de enero de 1946 se graduaron cuatro de los alumnos, entre ellos el doctor Mario Muñoz.
Una vez graduado, Mario volvió a plantearse el problema de comprar un nuevo avión que fuera independiente del que pertenecía colectivamente al club. Puestos de acuerdo, el padre de Mario, el propio Mario, Juan Naranjo y Bartolomé Soler -autor de este testimonio- compraron un nuevo avión, también de marca Aeronca, y denominaron la asociación con la sigla MUNASO, primera sílaba de los respectivos apellidos. Precisamente en este avión sufrieron padre e hijo el accidente relatado anteriormente. Poco tiempo después, ellos compraron un moderno AIR-COUPE, aparato que mantuvieron hasta la desaparición de Mario.
En su histórico alegato de autodefensa durante el juicio a los asaltantes al Cuartel Moncada, el 16 de octubre de 1953, Fidel Castro se refirió al médico mártir:
“El primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz, que no llevaba armas ni uniforme y vestía su bata de galeno, un hombre generoso y competente que hubiera atendido con la misma devoción, tanto al adversario como al amigo herido. En el camino del hospital civil al cuartel le dieron un tiro por la espalda y allí lo dejaron tendido boca abajo en un charco de sangre ’’.(3,5)
Más adelante Fidel expuso: “ Para mis compañeros muertos no clamo venganza. Como sus vidas no tenían precio no podrían pagarlas con las suyas todos los criminales juntos. No es con sangre como pueden pagarse las vidas de los jóvenes que mueren por el bien de un pueblo, la felicidad de ese pueblo es el único precio digno que puede pagarse por ellas. ’’
“Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surgen de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas’’.(3,5)
Testimonios inéditos:
María Josefa Márquez Suárez, de 81 años, quien reside en la calle Colón #253 entre Rafael Águila y Alberto Nodarse, describe:
- Mi mamá, que en paz descanse, fue la niñera del Dr. Mario Muñoz Monroy; ella lo estuvo cuidando hasta que se hizo un hombre, fue a la escuela y estudió medicina. Siempre nos relacionamos con su familia. Él me atendía a mí como médico. Una vez fui operada de apendicitis y en la operación hice una adherencia; entonces él tenía un equipo de luz alpina y me dio 13 sesiones para quemar la piel y desaparecer esa carnosidad. Siempre se relacionó mucho con nosotros. Que yo sepa él era una persona muy humana, atendía a todo el mundo en su casa. La verdad que nosotros sentimos mucho cuando él murió, como un familiar muy allegado, porque él era muy bondadoso y muy buena persona, pero desgraciadamente nos fue arrebatado.
Marina Ballate, de 81 años, cuenta:
- A la edad de 14 años se me presentó un dolor apendicular, me ingresaron en el hospital y me dejaron unos días ingresada para operarme, y el día que me entraron al salón me sorprendí porque estaba Mario Muñoz con el Dr. Acuña. Cuando me vio que yo entré asustada y que apenas tenía 14 años, empezó a jaranear conmigo y me decía: “No te preocupes que no te va a pasar nada, mira chinchilita”, y jugaba conmigo, lo que me dio más valor para operarme. En cuanto a Mario era una persona muy humilde y muy humana con todo el mundo. Después de la operación y de la recuperación lo veía pasar en el carro y algunas veces me lo encontré en la calle, y a pesar de no tener esa gran amistad con él, siempre me saludaba.
Juan Antonio Márquez Suárez expresó:
- Conocí al Dr. Mario Muñoz Monroy cuando trabajé en los hangares que se hicieron cerca del cementerio de Colón. Mi papá y nosotros éramos albañiles y nos llevaron para hacer el hangar de un Club que tenía el Liceo de Colón. Entre ellos estaba el Dr. Mario Muñoz, que era uno de los principales junto a Elio Ortega y Andrés Soler, que eran los tres principales del Club de aviación. Entonces un día él me dijo: “Ñiquito, (él me decía así por mi padre que se llamaba Ñico) ¿te quieres montar conmigo a dar una vuelta?” Yo había visto una avioneta Piper que en esos días se había caído en un cañaveral y se había desbaratado las alas. Cuando la trajeron y yo vi cómo eran las alas de la avioneta, que eran unos palitos y unos alambres y unas lonas engomadas, le cogí miedo, pero al final me convenció y la monté. Nunca olvidaré aquella experiencia ni la amabilidad con la que me trato aquel señor. Tiempo después se compró una Piper para él y le hicimos el hangar también, y después de hecho el hangar tuvo un accidente que estuvo enyesado con un corsé mucho tiempo, pero él siguió montando avión. Entonces un día por la mañana yo fui para allá y empecé a trabajar allí con ellos y me dijo: “Ñiquito, ven acá, tú verás el nombre mío en grande”, y yo me pregunté: “¿Que me estará diciendo el médico a mí?”, “Tú verás, acuérdate, tú te vas a acordar de mí”, y entonces sucedió lo del Moncada.
Estos testimonios nos permiten ver a Mario no sólo como ese patriota que fue, sino que nos ilustra cómo la bondad y la humildad eran parte de la vida diaria del doctor, capaz de no cobrarle por sus servicios a Josefa, a pesar de que las terapias con luz alpina eran sumamente caras; capaz de ver el miedo en una niña de 14 años y darle valor para seguir adelante, de brindarle a un joven albañil la posibilidad de montar en su avioneta. Mario no es sólo el Médico del Moncada, es también el héroe de muchísimos colombinos que tuvieron la oportunidad de conocerle.
CONCLUSIONES
Quienes se forman como futuros galenos, en especial en el municipio Colón, estarán incompletos si no conocen la vida de este valeroso hombre, que fue sin dudas un vanguardista de su tiempo. Por ello se hace tan importante el estudio de su personalidad profundizando sobre todo en sus inigualables cualidades humanas, especialmente su bondad como médico, su desinterés y esa forma maravillosa que lo convirtió en ejemplo para todos los cubanos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1- Grillo Hernández J. Mario Muñoz Monroy. La Habana: Editorial Política; 1982.
2- Marrero E, Hernández M. El médico del Moncada, La Habana: Editorial Verde Olivo; 2000
3- EcuRed [Internet]. La Habana: EcuRed; c2016 [citado 18 Ene 2016]. Mario Muñoz Monroy [aprox. 2 pantallas]. Disponible en: http://www.ecured.cu/Mario_Mu%C3%B1oz_Monroy
4- Mencía M. El grito del Moncada. La Habana: Editora Política; 1986.
5- Castro Ruz F. La Historia me Absolverá. 3 ed. Álvarez Tabio P, Alonso Fiel G, editores. La Habana: Editorial Pueblo y Educación; 2008.
Recibido: 18 de Enero de 2016.
Aprobado: 24 de Enero de 2017.
Mileyvis Álvarez Aragón. Filial Universitaria de Ciencias Médicas Dr. Eusebio Hernández Pérez. Maceo No 261, e/n López Coloma y Narciso López. Colón. Matanzas, Cuba.Correo electrónico. mileyvis@fcmc.sld.cu
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