Editorial

CENTRO PROVINCIAL DE INFORMACIÓN DE CIENCIAS MÉDICAS LAUDELINO GONZÁLEZ GONZÁLEZ. MATANZAS


EDITORIAL

Se inicia un nuevo curso escolar

A new school year is begining

Los retos que plantea el inicio de un nuevo curso escolar son muchos y nada fáciles de afrontar. Discutir cuáles son estos y cómo deberíamos alcanzarlos es indispensables en todos los colectivos de profesores, alumnos e implicados en el proceso. Para saber hacia dónde hemos de ir es imprescindible saber de dónde partimos y, sobre todo, dónde estamos. Todo ello quedó bien esclarecido en el último balance efectuado en la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas y en el Concentrado Metodológico, realizados a finales del curso escolar 2010-2011. En el primer cónclave mencionado, se detalló la situación existente en este alto centro de estudios, mientras que en el último se dejaron esclarecidas las directrices de trabajo que, de ser asumidas por todos los que participan en el proceso docente, deben garantizar un exitoso curso escolar.

Es indudable que se ha transitado por un período de gran complejidad académica, asistencial e investigativa, pero reconocidas las insuficiencias e identificados los problemas que deben ser resueltos, solo queda en manos de los hombres la buena marcha de los procesos sustantivos que se desarrollan en esta universidad.

No hay otra opción que conducir el proceso docente educativo por derroteros ya reiterados en el quehacer cotidiano, tales como:

1. Utilización de métodos didácticos centrados en el estudiante y en su posición activa en el aprendizaje.

2. Desarrollo e implementación de recursos para la enseñanza-aprendizaje y para la evaluación, poniendo énfasis, además de en los conocimientos, en la enseñanza y en la evaluación de las habilidades clínicas y de las actitudes o pautas de comportamientos incluidas en los papeles asignados a los profesionales de las ciencias médicas.

3. El fomento de la enseñanza/aprendizaje orientado hacia los resultados que se desean obtener: implícita en esta orientación se halla el concepto de responsabilidad social inherente a la actividad educativa, como materia de interés social.

4. La evaluación del proceso, de la estructura y del resultado, en función del reconocimiento y la acreditación de todos los niveles.

5. El desarrollo del profesorado como profesionales de la Educación Médica y la necesidad imperiosa de la valoración de la función docente e investigativa en su selección.

6. El fomento de la investigación en Educación Médica y de la enseñanza de la Medicina basada en la mejor evidencia.

7. El impulso del profesionalismo y del humanismo en Medicina. El ejercicio de la Medicina exige, además de la actuación competente desde el punto de vista científico-técnico, actitudes y comportamientos que reflejen los valores humanos adquiridos durante la formación. Por ello, la Educación Médica debe incluir la tarea esencial de transmisión de esos valores constitutivos del profesionalismo y del humanismo médico utilizando diversas estrategias.

Todas estas consideraciones son conocidas por un activo grupo de profesores universitarios que, interesados por la Educación Médica, aplican y exponen estas ideas, pero este tiene que ser un resultado generalizado en todo el proceso de formación de profesionales de la salud y asumido por todo el claustro profesoral.

Actualmente, el término curriculum incluye las estrategias educativas utilizadas, los contenidos y los objetivos de aprendizaje, las experiencias educativas, el entorno educativo, la evaluación, los estilos y ritmos de aprendizaje, la programación de tareas y el programa y resultados del aprendizaje. Por tanto, a la hora de enfrentarnos a este reto, hemos de tener en cuenta todos estos aspectos.

Asimismo, plantearse seriamente el reto de disponer de espacios docente asistenciales con los requisitos mínimos indispensables para la adquisición de habilidades clínicas, tecnológicas, sanitarias y otras, entendidos como entornos educativos perfectamente integrados al currículum y en la actividad docente. En ellos los estudiantes y los profesionales médicos o sanitarios pueden aprender a desarrollar habilidades, bajo la supervisión de profesores y tutores o de forma autónoma e independiente, respetando siempre la integridad y autonomía de los pacientes.

Nuestro reto es que el profesor aprecie la necesidad de la formación y se implique en ella. Para esto, es necesario el reconocimiento, de una vez por todas, de la función docente, y el establecimiento de criterios objetivos para su evaluación, asumidos tanto por los interesados como por las autoridades académicas y asistenciales. Los profesores han de formar parte, conjuntamente con las autoridades mencionadas, del motor impulsor de la calidad en la formación de los educandos.

Hemos de ser conscientes, sin embargo, de que los profesores, por regla general, no suelen ser expertos en temas de Educación Médica. Es necesaria la preparación de todos en ese campo de actuación y para ello existen y se implementan las vías. Los profesores deben ser conocedores de lo que está pasando o ha pasado en el mundo educativo, y ser conscientes, además, de que se puede mejorar haciendo las cosas de manera diferente, en función de lo que han experimentado otros para obtener mejoras reconocidas. Por ello es necesario recurrir a la experticia en el campo de la Educación Médica.

Los estudiantes son los usuarios de nuestra docencia. Por lo general, son reacios a participar en los cambios necesarios, sobre todo en aquellas que preconizan un mayor trabajo individual y autónomo. Es preciso hacerles ver la necesidad de que sean corresponsables de su formación, y que es fundamental que durante los estudios de grado, a más de conocimientos, habilidades y actitudes, aprendan a aprender durante toda su vida profesional.

Las universidades médicas, igualmente, han de poner en marcha todos los mecanismos que aseguren la formación de excelencia. Las directrices emanadas de los organismos superiores son suficientemente flexibles y permiten la conciliación con los intereses y problemas territoriales. Las universidades de Ciencias Médicas han de aprovechar esta oportunidad. También es verdad que hay factores que no dependen de las instituciones académicas en sí mismas, pero sin duda, la fortaleza de encontrarse dentro del Sistema Nacional de Salud es el motor que impulsa y facilita las soluciones. Y cuando se habla de las universidades de Ciencias Médicas, se quiere decir sus profesores, sus alumnos y todos los implicados de una forma u otra en el proceso de formación. Seamos generosos con los profesores, estudiantes y la población que será atendida por nuestros egresados. Dejemos de pensar en nuestros intereses personales y departamentales y hagámoslo en los de la universidad y en aquello que conviene realmente para lograr una formación de calidad, que permita homologarnos con los más avanzados en la Educación Médica. Esta es la verdadera convergencia a la que se debe aspirar, y este es el gran reto.

Dra. Esther G. Baéz Pérez.
Especialista de II Grado en Administración y Salud.
Máster en Educación Médica. Profesora Auxiliar y Consultante.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO

Báez Pérez EG. Se inicia un nuevo curso escolar [Internet]. 2011 [consulta: fecha de acceso];33(5). Disponible en: http://www.revmatanzas.sld.cu/revista%20medica/ano%202011/vol5%202011/Editorial.htm

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