FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS GENERAL CALIXTO GARCÍA. LA HABANA
Vocación y compromiso de una gloria matancera:
El Padre de la Neuropediatría Cubana
Vocation and compromise of a Matanzazan glory:
The Father of Cuban Neuropediatrics
AUTORA
MSc. María del Carmen Amaro Cano
E-mail: amaro@infomed.sld.cu
Máster en Ciencias de la Salud Pública y en Ciencias Históricas. Investigadora. Profesora Auxiliar y Consultante. Facultad de Ciencias Médicas General Calixto García. La Habana.
INTRODUCCIÓN
La semblanza histórica del Profesor de Mérito, nacido en Colón, Matanzas, en 1913, responde al propósito de demostrar el estilo de enfrentamiento positivo ante las adversidades. Su extraordinaria fuerza de voluntad, su tenacidad para la superación y su fuerte vocación y compromiso social le acompañaron hasta el final de sus días y le hicieron acreedor de reconocimientos, distinciones y premios, entre los que destacan la Orden Carlos J. Finlay y el título de Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, cuyos brillos no pudieron opacar la sencillez y modestia de este gran hombre.
El profesor Joaquín Pascual Gispert, nació el 10 de abril de 1913 en Colón, Matanzas, la misma ciudad que fuera la cuna del Padre de la Obstetricia Cubana y General del Ejército Mambí, Doctor Eusebio Hernández Pérez y de Mario Muñoz Monroy, el médico patriota y mártir del Asalto al Cuartel Moncada en el año del centenario del natalicio del Maestro (1).
No es posible mostrar la vida y obra de un hijo de esta provincia, que si bien no nació en su capital, vivió en ella muchos años de su fructífera vida, sin hacer alusión a la historia de esta maravillosa ciudad.
Aunque Cristóbal Colón en su viaje de 1494, pudo observar la costa sur de lo que hoy es esta provincia, el verdadero contacto inicial de los europeos con esta zona ocurre en 1508, cuando Sebastián de Ocampo emprende el bojeo alrededor de la Isla.
Pero el primer hecho significativo de la historia local sucede en 1510, cuando los aborígenes de la comarca hostigaron y mataron a un grupo de españoles y, por su repercusión sangrienta, dio nombre a este territorio, Matanzas, sustituyendo así al nombre de Yucayo, que era como los aborígenes llamaban a esta tierra nuestra.
Un siglo después, la necesidad de fortalecer la defensa militar frente a los ataques de corsarios y piratas fue la causa fundamental de la fundación de la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas, el 12 de octubre de 1693, junto a la bahía, y para ello hicieron venir 30 familias canarias (2).
El siglo XIX marcó la influencia francesa en la vida matancera. El 24 de julio de 1838, por Real Orden de la Reina Isabel II de España, se fundó el Hospital de Santa Isabel, en el barrio de Versalles, y el 24 de julio de 1846, se inauguraba el Hospital de San Nicolás para mujeres. Ambos hospitales se fusionarían en 1901, siendo entonces su primer director el Dr. Julio Ortiz Coffigny, cargo que ocupó durante 28 años, además de desempeñarse como cirujano y médico de reconocido prestigio (3).
En 1852 nacía en esta ciudad quien llegaría a ser una gran figura de la medicina y la salud pública cubanas, Juan Guiteras Gener, médico y doctor en Filosofía (4).
Han transcurrido ya poco más de dos siglos desde que en 1860, Rafael del Villar lanzó en público la propuesta del título La Atenas de Cuba, para nuestra querida Matanzas, y fuera aceptada unánimemente. Ese era y es, sin lugar a dudas, el título conveniente para un conglomerado social soñador, no solo en literatura y arte, sino también en las ciencias naturales y, especialmente, en las ciencias biomédicas. En este último caso, desde el siglo XIX, han sido incontables las figuras destacadas, al nivel nacional e internacional, que han tenido y tienen el legítimo orgullo de ser hijos de esta tierra. No pocos de ellos supieron también responder al llamado de la Patria en su momento histórico concreto.
Este sobrenombre ha sido y es el orgullo de la ciudad, y ha fascinado a varias generaciones, hasta las más recientes, ninguna de las cuales ha pensado en renunciar a él. Este sobrenombre es la corona de laurel propicia al esfuerzo sistemático por elevar la cultura en su más amplia concepción, que abarca tanto la literatura, la poesía, la música, las artes plásticas, las artes escénicas, como también las ciencias.
En 1866 nacía Carlos Manuel Trelles y Govín, destacado bibliógrafo y bibliotecario cubano, el más productivo de su época en la sistematización de la literatura médica. Creó en su natal Matanzas, una delegación del Partido Revolucionario Cubano. Al año siguiente veía la luz en esta misma ciudad, uno de los médicos más cultos de su época: José Antonio Valdés Anciano —considerado entre los primeros neurólogos de América—. Doce años más tarde, el 1 de enero de 1879, Miguel Failde interpretaba por primera vez el danzón, en el Liceo de Matanzas, asumido después como el Baile Nacional de Cuba.
El 30 de septiembre de 1880 nacía en la Atenas de Cuba, Ángel Arturo Aballí Arellano, quien sería reconocido como el Padre de la Pediatría Cubana y dos años después, en 1882, se inauguraba en el centro de la ciudad la Botica Francesa por los doctoresErnestoTriolet y Juan Fermín Figueroa. Ese mismo año venía al mundo la gran pianista matancera Ernestina Lecuona.
Por esta época triunfaba en La Habana los también médicos matanceros Juan Santos Fernández —considerado el Padre de la Oftalmología Cubana—; Oscar Amoedo Valdez, catedrático, escritor, investigador, creador de la Odontología Legal, disciplina a la que brindó incontables aportes; y Doroteo Gabriel Casuso y Roque, quien gracias a su brillante labor en este período, alcanzaría más tarde el reconocimiento de Padre de la Ginecología Cubana (5).
A principios de la república, por iniciativa del también médico matancero Ramón Miranda y Torres—médico de Martí—, se acordó realizar una suscripción popular para erigir una estatua del maestro en la Plaza de Armas,lugar céntrico de la ciudad de Matanzas.
Ese siglo XX trajo también el regalo de la existencia de la gran poeta Carilda Oliver Labra—a quien tenemos el privilegio de contar todavía entre nosotros—, y de Armando Carnot Veunles, graduado en 1905 como cirujano dental y en 1907 como doctor en Medicina, destacándose por su ayuda y atención a varios gremios de trabajadores de la ciudad de Matanzas y a la clase humilde de la sociedad, por lo que fue conocido como el Médico de los Pobres, y le hizo ganar la alcaldía de la ciudad, y en 1921 veía la luz la revista Médica, como publicación mensual de Medicina y Cirugía en Matanzas, siendo su director, desde su fundación hasta 1954, el Dr. Mario Emilio Dihigo y Llanos, ilustre médico y maestro matancero (6).
Sumado a esta rica herencia cultural está el hecho de que el padre del profesor Joaquín Pascual Gispert era médico y fue director del hospital de Colón durante muchos años. Con ese ejemplo, el que llegaría a ser un gran neuropediatra, comenzó a estudiar medicina en la década de los treinta en la Universidad de La Habana; pero tuvo que interrumpir sus estudios cuando la universidad fue cerrada por órdenes de la dictadura machadista.
Durante el cierre de la universidad regresó a su provincia natal y trabajó como técnico azucarero. Allí se vinculó al sector más progresista del proletariado cubano.
Posteriormente se radicó en Camagüey, donde laboró como técnico de laboratorio clínico, actividad más próxima a la carrera que había elegido. Esta experiencia le servirá en el futuro para estimar en su verdadera valía las otras profesiones de la salud con las cuales debía establecer estrechos nexos, si aspiraba a ser un buen médico.
Una vez reabierta la universidad, regresa a la capital para continuar sus estudios. Ya con la experiencia adquirida en Camagüey, ocupa una plaza de técnico de laboratorio clínico en el Hospital General Calixto García y, posteriormente, en el Hospital Municipal de la Infancia, hoy Pedro Borrás Astorga.
Su interés por la investigación surge desde su vida de estudiante, en que ya hace algunos aportes a las ciencias. Publicó en 1936, junto a esa gloria de la medicina cubana, el eminente profesor Ángel Arturo Aballí Arellano, el estudio de un caso de una enfermedad genética no diagnosticada antes en Cuba y con muy pocos pacientes reportados en el mundo.
A pesar de ser estudiante y al mismo tiempo un trabajador que debía cumplir con un horario y contenido de trabajo específico, llegó a ser el primer expediente de su curso. Sin embargo, la corrupción imperante en la política de la época le impidió disfrutar de la beca para continuar estudios en los Estados Unidos.
Se graduó de médico en el año 1941, y obtuvo una plaza de residente en el Hospital General Calixto García; pero se vio obligado a abandonar sus estudios de posgrado al ser hospitalizado su hermano, que sufría una enfermedad pulmonar grave. Su amor filial le hizo regresar a su natal Colón para ocuparse de la numerosa familia de su hermano. Allí permaneció por un año (1).
Más tarde se trasladó a la ciudad de Matanzas, donde conoció y contrajo matrimonio con María Teresa López Sanz, maestra normalista natural de esta ciudad. Aquí ejerció como médico pediatra, ocupando una plaza en el hospital provincial, donde introdujo los staff meeting (sesiones científicas para la presentación y discusión colectiva de casos), y logró la reapertura de la Escuela de Enfermeras de Matanzas —cuarta existente en el país—, que se había fundado en 1900, precisamente en ese hospital, llamado entonces Santa Isabel y San Nicolás, con capacidad para 30 alumnas, bajo la dirección de la señora Eugenie Hibbard, una de las enfermeras norteamericanas llegadas a Cuba con el ejército interventor, con la misión de formar las enfermeras cubanas que el país necesitaba para el Programa de Higienización del Gobierno Interventor (7).
Pero la satisfacción de ejercer la profesión que respondía a su vocación no le hizo ignorar su compromiso social ciudadano. Aquí se incorporó a la lucha clandestina contra la dictadura batistiana. A causa de estas actividades políticas quedó cesante y la familia pudo vivir solo a expensas del salario de su esposa y de la contribución de los pacientes que podían pagarle la consulta o visita al domicilio.
Al triunfo de la Revolución, en el año 1959, fue designado director del Hospital Provincial de Matanzas, donde realizó importantes cambios en el orden de la atención médica y en el plano académico, sin abandonar su práctica como pediatra ni su participación en actividades científicas y su compromiso de socializar sus conocimientos a través de la publicación científica.
En esa actividad enfrentó la invasión mercenaria por Playa Girón, fungiendo como director del hospital terminal durante los días de la guerra.
A fines de ese año, al producirse un éxodo masivo de médicos y profesores de la Universidad de La Habana, se le solicitó su incorporación como profesor de Pediatría, y ante ese llamado no vaciló un minuto. Se traslada a la capital nuevamente, donde además de las actividades docentes, asume el cargo de director del Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga.
Un tiempo después, fue nombrado director del recién inaugurado Hospital Pediátrico William Soler, en Alta Habana. Allí creó un servicio de Neuropediatría y desarrolló los medios diagnósticos necesarios para las enfermedades genéticas, en coordinación con el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (8).
En su condición de Profesor Titular de Pediatría impartió clases en el pregrado y postgrado en diferentes facultades de Medicina de la Universidad de La Habana y estuvo entre los fundadores de la Escuelas de Medicina en Oriente (hoy Santiago de Cuba) y en Las Villas (hoy Villa Clara).
Después de dejar el cargo de director del Hospital William Soler pasó a trabajar como jefe del servicio de Neuropediatría, especialidad de la que se le considera el padre en nuestro país.
Realizó aportes científicos vinculados al diagnóstico y tratamiento de la epilepsia, errores congénitos del metabolismo, retraso mental, defectología y autismo y en el diagnóstico de enfermedades raras, no descritas antes en el país. Realizó más de 200 publicaciones en revistas y textos nacionales y extranjeros. Dentro de estas se encuentra la primera descripción del Síndrome de West en Cuba, así como diversos textos para la enseñanza de la Neuropediatría. Realiza, de forma conjunta con un grupo multidisciplinario, la publicación del primer caso diagnosticado en América de Meningitis por Angiostrongylus cantonensis (1).
En los años ochenta se traslada al Servicio de Neurología Pediátrica del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, al mismo tiempo que realizaba consultas en el Hospital Pediátrico de Centro Habana y asistía como neurólogo consultante al primer Servicio de Neurodesarrollo de Neonatos de Alto Riesgo que fue creado en el Hospital Ginecobstétrico González Coro (10).
A fines de esa década se le solicitó trasladarse como profesor al recién inaugurado Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, centro de referencia a nivel nacional para las enfermedades neurológicas de la infancia. Desde ese nuevo encargo contribuyó, a través del Diplomado en Neuropediatría, a la formación de una importante masa crítica de neuropediatras para todo el país, hasta pocos días antes de su muerte. En su honor, la Sala de Neuropediatría lleva su nombre.
Durante los últimos años de su vida, aún con la pérdida total de la visión, nunca dejó de estudiar, ni de asistir pacientes, dando muestras, una vez más, de su entereza para enfrentar las dificultades. Su vida constituye un ejemplo digno a imitar para todos los pediatras cubanos del presente y de las futuras generaciones.
Su extraordinaria fuerza de voluntad, su tenacidad para la superación y su fuerte vocación y compromiso social acompañaron al profesor Joaquín Pascual Gispert hasta el final de sus días y le hicieron acreedor de reconocimientos, distinciones y premios, entre los que destacan la Orden Carlos J. Finlay y el título de Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, cuyos brillos no pudieron opacar la sencillez y modestia de este gran hombre (1).
La Habana se vestía de luto cuando el ilustre médico y profesor matancero fallecía el día 15 de marzo del año 2006.
De él pudiera decirse como expresara el Maestro: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida” (11).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Pascual Gispert, J. Expediente Docente. Universidad Ciencias Médicas de La Habana; 2006.
2. “Curiosidades y primicias”. Conozca Matanzas. CIGET-Matanzas. Disponible en: http://www.atenas.inf.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=25&Itemid=82 [citado 3 May 2008].
3. Madrigal Lomba R. Breve historia del Hospital Civil de Santa Isabel de Matanzas, hoy Hospital Clínico-Quirúrgico Docente “José Ramón López Tabrane. Rev méd electrón [Internet]. 2009 [citado 24 Abr 2011];31(1). Disponible en: http://www.revmatanzas.sld.cu/revista%20medica/ano%202009/vol1%202009/tema19.htm
4. Amaro Cano MC. Romay, Finlay y Guiteras, una triología de altos valores científicos y morales. Rev Cubana Salud Pública [Internet]. 2001 Dic [citado 23 Abr 2011];27(2):135-44. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-34662001000200007&lng=es
5. Amaro Cano MC. La influencia de la medicina francesa en la medicina cubana del siglo XIX. Congreso de Historia de las Ciencias. La Habana, 2008.
6. Amaro Cano MC. “Grandes personalidades de las ciencias médicas matanceras”. HISTARMED, La Habana; 2009.
7. Amaro Cano MC. Historia de la Enfermería. La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2004. p. 57.
8. Amaro Cano MC. Testimonio de sus vivencias en la época en que cursaba estudios post-básicos de Educación en Enfermería. La Habana, 1965.
9. Domínguez Dieppa F. Síntesis biográfica del Profesor Pascual Gispert. Página Inicial. Sitio web Pediatría. Disponible en: http://www.sld.cu/sitios/pediatria/. [citado 19 May 2008].
10. Martí Pérez J. Escuela de México, 1876. En: Obras Completas. Vol. II. La Hababa: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 665.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO
Amaro Cano MC. Vocación y compromiso de una gloria matancera: El Padre de la Neuropediatría Cubana. Rev Méd Electrón. [Internet] 2011 [citado: fecha de acceso];33(7). Disponible en:
http://www.revmatanzas.sld.cu/revista%20medica/ano%202011/vol7%202011/tema02.htm
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